Al regresar de mi primer viaje a Nueva York, hace de ello más de diez años, una de mis tías me preguntó "¿a qué huele Manhattan?" Suelo fijarme en ese tipo de sensaciones cuando viajo, pero en aquel momento no supe que responderle. O más bien le contesté que no había ningún olor que llamara mi atención de forma especial. Años después, cuando regresé a Manhattan, me aseguré de estar pendiente de ese detalle aunque no me hizo falta, porque nada más emerger de la estación de Port Authority al caos de Time Square, un penetrante olor a quemado asaltó mi nariz. Daba la impresión de que algo tremendo se quemaba. Nueva York no huele a quemado todo el tiempo, claro está, pero medio en broma medio en serio, cuando alguien me pregunta a qué huele Nueva York, le respondo divertida que a quemado, como si la tostadora se hubiera quedado encendida demasiado tiempo con el pan en su interior.
Esta mañana de sábado, sin embargo, quería elevar un elogio al maravilloso olor que me ha regalado Triana mientras paseaba por una de sus calles. Olía a esas patatas fritas en un perol lleno de aceite al estilo antiguo. Nada de freidora (y eso que yo para freír en casa es lo que uso por lo práctico que es). Estas de hoy eran papitas fritas en un buen perol, de toda la vida, blanditas, como las que freía mi abuela. Así que si hoy alguien quisiera saber a qué huele Sevilla, ya sabe cuál sería mi respuesta.
Lástima que nuestras calles ya no huelen como antes. Me pregunto ahora yo... ¿A qué huele tu calle, tu barrio, tu ciudad? ¿Qué cotidiano aroma echas de menos?  : |
